Por: Juan Esteban Aristizábal Salazar
Ingeniero civil, investigador en movilidad urbana de la Universidad Nacional de Colombia sede Manziales y estudiante de Maestría en Infraestructura y Sistemas de Transporte.
Cada día es más común ver la adopción de estrategias en las ciudades para promover el uso de la bicicleta como un modo de transporte. Las administraciones llevan a cabo diversas tácticas como la construcción de cicloinfraestructura, creación de nuevos biciparqueaderos y realización de campañas de promoción del uso de la bicicleta. Sin embargo, es común escuchar comentarios de personas que minimizan la importancia que tiene la promoción de la bicicleta como una actividad cotidiana. Los argumentos típicos en contra de promover el uso de la bicicleta se pueden resumir en la creencia popular de dos mitos: el primero, es que las personas piensan que el objetivo se centra en que toda la población se movilice en bicicleta; el segundo mito, es que las personas piensan que, quienes hacemos uso de la bicicleta como modo de transporte, debemos hacerlo siempre y en todo momento, y no podemos usar otro modo de transporte.
Ninguno de estos mitos son el objetivo de la promoción del ciclismo urbano; no se busca que toda la población se movilice en bicicleta, sino que los gobiernos urbanos brinden las condiciones para que quien desee usar la bicicleta como modo de transporte lo pueda hacer de forma segura, cómoda y eficiente. Segundo, tampoco se pretende que quienes usan la bicicleta como medio de transporte la tengan que usar siempre y en todo momento; se busca que las personas, bajo esas condiciones de seguridad, comodidad y eficiencia, consideren a la bicicleta como otro modo más de transporte dentro de sus opciones, según el viaje a realizar, la distancia a recorrer, la topografía del recorrido, el clima de ese momento, el motivo del viaje, entre otras consideraciones.
Ahora, ¿por qué promover el uso de la bicicleta? La razón más intuitiva y conocida es la protección del medio ambiente. El impacto ambiental que genera un viaje en bicicleta es muchísimo menor al generado en un modo de transporte automotor privado, como un carro o una motocicleta. Es importante destacar que lo ambiental no solo recoge la contaminación atmosférica, sino también, la contaminación acústica, poco debatida y normalizada en los contextos urbanos, pero un problema paradójicamente “silencioso” que afecta la salud tanto física como mental.
No obstante, los beneficios colectivos del uso de la bicicleta van más allá del cuidado del medio ambiente. El uso de la bicicleta es un medio de transporte muy eficiente espacialmente, principalmente por el espacio reducido que requiere, ayudando a reducir los graves problemas de congestión que viven las ciudades y la externalidad negativa de la movilidad urbana que está acabando lentamente con la productividad de las ciudades. Además, por consideraciones de masa y velocidad, el uso de la bicicleta puede ayudar a disminuir la tasa de severidad y mortalidad en siniestros de tránsito, al ser un modo de transporte “lentamente seguro pero eficiente”.
Para finalizar, el uso de la bicicleta representa no solo beneficios colectivos, sino también, unos notorios beneficios individuales: ahorro económico, salud física, salud mental, interacción social, entre otros. La promoción del uso de la bicicleta no busca que todos la usemos, pero sí busca que toda la población adquiera una conciencia colectiva de protección al ciclista, un actor vulnerable, cuyo medio de transporte es beneficioso para la ciudad, no sin olvidar la importancia de las buenas prácticas en el ciclismo urbano, canalizadas en el respeto a las señales de tránsito, cuyo cumplimiento en nuestra calidad de ciclistas, se resume en el cuidado y respeto por los peatones, el modo de transporte más vulnerable, el más importante y el que más debemos priorizar.
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